miércoles, 25 de julio de 2012

Séver la asneip


-"Shhhh!" dijo el cabo cuando me acerqué preguntando qué carajos sucedía. Aún así intenté levantar la cabeza por encima de aquella multitud, con celulares en sus manos tratando de sacar alguna toma fotográfica  de algún escenario que me tenía con una gran intriga. 

Minutos antes dejé mi moto parqueada en la esquina de atrás ya que el tráfico estaba imposible y la gente inundaba las calles. Algunos corrían en dirección opuesta, otros simplemente estaban como yo: ¡perdidos!. Me quité el casco, me bajé de la moto y comencé a caminar cojeando de nuevo entre los peatones, apartando a uno que otro para poder llegar hasta donde mi cabo. 

En ese camino recordé que en mi casa había dejado el almuerzo en el microondas, pero de tanto pensar en aquella mujer que me trasnocha, levanté el intercomunicador de su base cargadora y lo puse en mi cinturón, me coloqué las botas y me puse mi chaqueta reflectiva. Busqué mi encendedor para fumarme un cigarrillo al terminar el turno de hoy, pero no recordé dónde lo dejé. Salí del apartamento y bajé corriendo las escaleras porque nunca me ha gustado coger el ascensor... de hecho, ¡me dan miedo!. Me encontré subiendo por las escaleras, aquella sensual vecina que gusta de los policías como yo, y como de costumbre la miré con deseo, quitándole una prenda por cada escalón que bajaba. Me saludó como de costumbre con esa sonrisa de ángel y esos ojos de película porno brasilera, saltando sobre mi con un majestuoso abrazo. Le di su merecido beso en la mejilla y se repitió la conversación de siempre: "¿cuándo pasas por una cerveza?" - "¡esta noche! termino temprano mi turno y ¡paso!" - "¡pero que sea cierto!" - "¡claro que sí!" le grité llegando un piso más abajo que ella. Al salir del edificio estaba Bermúdez esperándome para entregarme la moto, fumándose un cigarrillo y con cara de querer asesinar a alguien menos a mí. Chocamos los puños mientras me subía a la moto, y aunque ese día me ofreció de milagro un cigarrillo, no lo acepté, pues tenía la tonta idea que entre más rápido saliera a trabajar, más rápido terminaría mi turno. Subí dos cuadras como quien va para la tienda de doña Betty, pero se me ocurrió virar una cuadra antes de lo normal para "agilizar el camino". Al llegar al semáforo noté que unas cuadras adelante había un tumulto de gente, algunos corriendo, otros estacionados, como observando algo, y 2 mujeres llorando al lado de una ambulancia. Todos mis compañeros estaban ahí, y mi cabo gritando "¡un paso para atrás por favor!". 

Mi moto no pudo pasar más así que me bajé, pero me dolió el pie de la tronchada que me hice esta mañana cuando bajé las escaleras cuando me dirigía a comprar el almuerzo. Eran apenas las 10am pero tenía tanta hambre que decidí ir por el de una vez y comer algo de paso. Pero la tienda estaba cerrada, y me tocó ir hasta la tienda de doña Betty quien estaba recogiendo las botellas y el desastre de la noche anterior. Le pedí dos porciones de pizza de ayer para mi almuerzo y 3 empanadas para el camino. Doña Betty obviamente me cobró el saldito de la noche de ayer la cual no recordaba con facilidad, pero sin embargo y para no discutir le pagué amablemente. Sorpresivamente recibí mi cédula, la cual había dejado a cambio de la cuenta. Regresé al apartamento con mi mini-mercado y dejé todo en la mesa para poder recostarme y leer un poco de aquel libro que saqué hace una semana de la biblioteca. Pero el guayabo, y los pensamientos en aquella mujer no me permitieron terminar el párrafo con el que comencé. Dio tantas vueltas mi mente que cerré el libro y cerré los ojos para hacerme más daño. Al rato reaccioné y ya era medio día así que decidí colocar mi almuerzo en el microondas y bañarme para alistarme. Mi mente no dejaba de pensar en ella, y en todo lo que pude haber hecho pero no cumplí, así que salí del baño y me comencé a alistar para un nuevo día de trabajo, y me propuse a mi mismo no pensar más en eso. 

Comencé a pensar en la farra de ayer mientras me vestía, viendo de lejos el intercomunicador que casi dejo empeñado. Me causó gracia la discusión que tuvimos con doña Betty, ya que ella me pedía dicho intercomunicador, pero la convencí que aceptara mi cédula. Ella aceptó, y en ese instante Juan Carlos gritó desde la mesa "¡doña Betty! la cédula aguanta por una botellita más y medio petaco ¿si o no?". Doña Betty me miró con cara de asombro natural, y me dijo "sooolo porque lo conozco mijito, ¡sooolo porque lo conozco!". Yo ya estaba bastante animado como para detenerla así que me senté en la mesa, cuando Liliana me dijo: "¡poli! ¿qué vamos a hacer esta noche?". En ese momento Juan Carlos se volteó a hablar con Rafael de cómo solucionar los problemas actuales del país, picándome un ojo de paso. Yo miré a Liliana y le dije "lo que quiera mamita!, ya superé lo que había que superar así que ¡esta noche estoy disponible! ¿por qué no nos vamos a mi apartamento?" y me dijo que ¡claro! pero que cuando se acabara lo que recién acababa de colocar doña Betty en la mesa. Así que cogí su mano y le dí un beso que, si hablamos sinceramente, no me supo muy bien. ¡Y eso que Liliana está mas buena que el pan! pero algo dentro de mí me hizo sentir sabores o cosas que no me gustaron. Aún así lo dejé pasar y le dije "¡usté si es que está muy buena!". La señora suelta una carcajada y se queda mirándome, a lo cual yo reaccioné con un rechazo y con un cambio de tema con el cual me integraba a la conversación de Juan Carlos y Rafael. Hablamos de cómo los realitys cerraban la mente del "ciudadano promedio" y de cómo Santos acababa con lo que quedaba de país. Entre todos planteamos soluciones y metodologías que prometíamos llevar a cabo algún día y así comenzar un proceso de recuperación del país. Tanto hablamos del tema que comencé a perder la cordura, y de paso el cassette comenzó a borrarse. Así pasó hasta una hora indefinida, y lo siguiente que recuerdo es levantarme de mi cama siendo las 10 de la mañana. Vi a mi alrededor y lo primero que pensé es en el hambre que me abordaba en ese momento. Decidí ponerme unas chanclas para ir a donde Doña Betty, y revisé mis bolsillos para verificar el efectivo que podría quedar de anoche. Pero no, no quedaba nada, así que saqué de mi cajón un billete de 50 y al lado encontré la moña que portaba ayer Liliana. ¿Se había quedado acá? ¿Se la robé? ¿Cómo carajos terminó eso en mi cajón?, el todo es que cogí el billete con una duda que cargaba susto a la vez. Pensé que era muy pronto para estar teniendo sexo con otras personas, pero también sentí que Liliana algo me movía el piso así la conociera desde apenas ayer. 

Resulta que cuando terminé mi turno ese día que la conocí, entregué la moto y decidí caminar hasta el apartamento. Faltando 2 cuadras pasaron 2 niños corriendo por el frente y no vi el tercero que venía distraído solo hasta el momento en que tropezó conmigo. Le dije "¡cuidado niño!" pero el solo me miró, se rió y siguió su camino. "Alguna travesura hicieron" pensé yo, y seguí caminando mirándolos hasta que tropecé con una silla del parque y caí de cara contra el pavimento.



Llegó corriendo Liliana a socorrerme. Me ayudó a levantar y me dijo que había que tener más cuidado. Yo no dije una palabra, pues aún estaba aturdido, y me dijo: "A ver señor silencio, ¿está bien?, ¿quiere tomar algo?". Le dí las gracias, y le pedí que me acompañara a la tienda de doña Betty para comprar un par de pastas. En el camino me contó su vida. Y no porque fuera corta sino que tenía un poder de síntesis asombroso. Me contó desde su niñez, pasando por su universidad estudiando medicina, algo que nunca terminó, y terminando con que salía esa noche a caminar pensando en que su esposo no había llegado a la casa ya que seguramente estaba con otra. Llegamos a la tienda, y oh sorpresa! los vagos de Rafael y Juan Carlos bebiendo desde tempranas horas. Le propuse a Liliana que se sentara con nosotros, ya que si su esposo no estaba no había nada que temer. Ella accedió y saludé a mis compadres los cuales no veía desde el viernes pasado en ese mismo lugar. Los presenté, y acto seguido nos sentamos haciendo el gesto de "dos cervezas". Doña Betty amablemente las sirvió y comencé a escuchar la conversación de mis compadres, y así a los pocos minutos estábamos hablando y echando carcajadas los cuatro. Dieron las 10pm creo yo, y yo ya debía una gran cantidad de cervezas mas media botella de guaro. Así que, mirando a Liliana preferí dejar las cosas ahí y pagar la cuenta. La cuenta excedía mis fondos así que se me ocurrió decirle a la vecina que le dejaba algo a cambio y mañana mismo le pagaría. Ella miró mi intercomunicador y me dijo que lo quería, pero yo negué con la cabeza pensando qué más le podía dar. Después de insistirle le propuse entregar mi cédula, convenciéndola de que un policía sin cédula era muy peligroso y yo no podía correr ese riesgo. Por fin doña Betty aceptó...

"¿Todo eso pensé?" - pensé. De pronto, por fin logré acercarme y ver qué sucedía! mi primer reacción fue decir "¡mi encendedor!". Todos me miraron y los que hablaban hicieron silencio. Yo pasé por el lado de todos, me agaché y recogí mi encendedor tirado en el suelo al lado del cadáver del accidente. Luego, con una sonrisa en la boca de tipo maquiavélico, lo único que dije fue: "Por favor, todos nos corremos para atrás! y si hay algún médico que sí se haya graduado por favor levante la mano".

Siga leyendo...